Las estadísticas señalan que alrededor del 50% de los pacientes crónicos no son adherentes a los tratamientos prescritos.
No hay que confundir adherencia con el cumplimiento y la persistencia: La OMS definió en 2003 el término adherencia como “el grado en que la conducta de un paciente, en relación con la toma de medicación, el seguimiento de una dieta o la modificación de hábitos de vida, se corresponde con las recomendaciones acordadas con el profesional sanitario”. El cumplimiento hace alusión al grado en el que un paciente actúa de acuerdo con la dosis, la pauta posológica y el plazo prescrito, por consiguiente, el incumplimiento terapéutico supone que el paciente no sigue ni cumple correctamente, bien por abuso o por omisión, las indicaciones terapéuticas recibidas. Y esto incluye, tanto la medicación, la dieta, la modificación de hábitos o la asistencia a consulta médica. La persistencia está relacionada con el tiempo durante el cual el paciente continúa con el tratamiento, es decir, el tiempo que transcurre desde el inicio hasta la interrupción.
En definitiva, para que un paciente sea adherente debe ser a su vez cumplidor y persistente.
La adherencia es uno de los principales condicionantes de la efectividad de los tratamientos, con lo cual las consecuencias de la falta de adherencia son múltiples y sus repercusiones muy variables: disminución de la calidad y de la esperanza de vida, infecciones difíciles de tratar, peor control de las enfermedades e incremento de sus complicaciones, lo que repercute en un aumento de los ingresos hospitalarios, de las consultas y pruebas complementarias, con el consiguiente gasto sanitario. Y, además se produce un innecesario almacenamiento domiciliario de medicamentos.
Se desarrolló un modelo de Markov para la enfermedad cardiovascular (ECV) con el objetivo de estimar los impactos sanitarios (menor incidencia de eventos adversos y muertes evitadas) y los impactos económicos (costes sanitarios directos evitados) derivados de incrementos en la adherencia. El principal resultado obtenido es que aumentar en un punto porcentual la adherencia supondría 1.291 muertes menos y permitiría evitar 1.108 eventos cardiovasculares. Si la mejora de la adherencia fuera de diez puntos se llegaría a evitar más de 8.700 muertes y hasta 7.650 eventos cardiovasculares, con un gasto sanitario directo evitable de 75 millones de euros.
En España se han realizado distintas iniciativas dirigidas a la mejora del cumplimiento en los pacientes crónicos, pluripatológicos y polimedicados. En general, se trata de programas de intervención multidisciplinar, en los que la acción conjunta de médicos, enfermeros y farmacéuticos tiene como objetivo mejorar la adherencia de estos pacientes.
Pero para que un paciente mejore su adherencia debe adquirir un papel activo en el proceso de gestión de su enfermedad, aumentar su autonomía e incrementar su capacidad de autocuidado. Es necesario que conozca la enfermedad y la entienda, así como el tratamiento prescrito y la importancia de cumplirlo. Además, es clave que exista una relación con el médico, y el resto de profesionales sanitarios. Así se concibe el Plan de Adherencia al Tratamiento (promovido por Farmaindustria) que se estructura en un pilar básico y eje fundamental de todas las actuaciones y cinco pilares estratégicos:
De acuerdo con este plan podemos definir la farmacia como el primer peldaño para garantizar el correcto cumplimiento terapéutico. El papel del farmacéutico para favorecer este cumplimiento terapéutico es clave por varias razones:
En definitiva, la información y el seguimiento por parte del farmacéutico del tratamiento farmacológico a través de la Atención Farmacéutica son imprescindibles para el uso racional del medicamento. Organismos internacionales como el Consejo de Europa o la Organización Mundial de la Salud, apuestan por potenciar el papel del farmacéutico en el seguimiento y control de los tratamientos, en coordinación con los médicos.
En relación a mejorar la adherencia con la aplicación de nuevas tecnologías, recientemente la FDA ha aprobado una nueva medida para controlar la adherencia de los pacientes: La píldora digital: Abilify MyCite, la cuál han desarrollado la compañía farmacéutica japonesa Otsuka y la compañía de servicios médicos digitales Proteus Digital Health. La aprobación del primer medicamento en Estados Unidos con un sensor ingerible adherido a la tableta para monitorizar su ingesta «puede tener un gran potencial para mejorar la salud pública», según Ameet Sarpatwari, instructor en medicina de la Escuela de Medicina de Harvard.
El aripiprazol está aprobado para el tratamiento de la esquizofrenia y con este sistema adherido se puede controlar si la medicación ha sido tomada. El sistema funciona mandando un mensaje des del sensor de la tableta a un parche y el parche, a su vez, transmite la información a una APP del Smartphone del paciente. Los pacientes pueden dar permisos a sus cuidadores, enfermeras o médicos para acceder a la información a través de un portal web.
La mejora del cumplimiento es una inversión rentable que evitará costes excesivos a los sistemas de salud que ya están al límite, y mejorará la vida de las personas con enfermedades crónicas.
La introducción de antibióticos en la práctica clínica, tanto para uso humano como veterinario, ha permitido un tratamiento eficaz de la mayoría de los procesos infecciosos bacterianos de nuestro entorno.
No obstante, el desarrollo de las resistencias a los antibióticos y la escasez de tratamientos alternativos, constituyen en la actualidad uno de los mayores desafíos que afronta la medicina moderna. La resistencia a los antibióticos se considera ya uno de los problemas de salud pública más serios; se trata de una amenaza global que afecta tanto a la salud humana como a la veterinaria, así como a las actividades ganadera y agrícola, el medioambiente, el comercio y la economía mundial.
La aparición de resistencias es debido principalmente a:
Según el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos se estima que en España más de 4.000 muertes anuales son debidas a bacterias multiresistentes, cifras que alcanzan los 25.000 casos si nos referimos a toda la Unión Europea, con unos costes añadidos de aproximadamente 1.500 millones de euros por cuidados extra hospitalarios, cuidados médicos y pérdidas en la productividad.
La resistencia a los antibióticos puede afectar a cualquier persona, sea cual sea su edad o el país en el que viva. Todos somos responsables de este fenómeno y, también, parte de la solución en la estrategia para impulsar el uso prudente de los antibióticos que garantice la eficacia de éstos en el futuro.
Atendiendo a la relevancia de este problema, se ha firmado recientemente un acuerdo global firmado por los 193 países miembros de la ONU para hacer frente a esta cuestión. Se ha creado en nuestro país un grupo coordinador de expertos, auspiciado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y coordinado por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, para elaborar el “Plan estratégico y de acción para reducir el riesgo de selección y diseminación de resistencias a los antimicrobianos (2014-2018)”, constituido por las partes interesadas en este tema, entre los que se encuentra el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos. Este plan también es conocido como Plan Nacional de Resistencia a los Antibióticos (PRAN) y, desde que fue creado, ha trabajado en una serie de documentos vinculados a diferentes medidas, en cuya elaboración han colaborado todas las Comunidades Autónomas, más de 260 expertos, más de 70 Sociedades Científicas, así como representantes de 6 Ministerios (Sanidad, Agricultura, Educación, Economía, Interior y Defensa).
Los antibióticos son medicamentos utilizados para prevenir y tratar las infecciones bacterianas. La resistencia a los antibióticos se produce cuando las bacterias mutan en respuesta al uso de estos fármacos. Estas bacterias farmacorresistentes pueden causar infecciones en el ser humano y en los animales y esas infecciones son más difíciles de tratar que las no resistentes. Cada vez es mayor el número de infecciones –por ejemplo, neumonía, tuberculosis y gonorrea- cuyo tratamiento se vuelve más difícil debido a la pérdida de eficacia de los antibióticos.
La resistencia a los antibióticos hace que se incrementen los costos médicos, que se prolonguen las estancias hospitalarias y que aumente la mortalidad.
Es necesario que se cambie urgentemente la forma de prescribir y utilizar los antibióticos. Aunque se desarrollen nuevos medicamentos, si no se modifican los comportamientos actuales, la resistencia a los antibióticos seguirá representando una grave amenaza. Los cambios de comportamiento también deben incluir medidas destinadas a reducir la propagación de las infecciones, a través de la vacunación, el lavado de las manos, la seguridad de las relaciones sexuales y una buena higiene alimentaria.
Estas son algunas de las medidas que, como pacientes, podemos tomar para ayudar a que los antibióticos sigan siendo eficaces:
Si quieres conocer más medidas de prevención y control de las resistencias a los antibióticos, visitando la página web de la Organización Mundial de la Salud encontrarás el detalle de las causas que pueden provocarla y qué precauciones hay que tomar para evitarlas.