El Día Mundial del Dolor es una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyo objetivo es destacar la importancia clínica del dolor para el paciente y la concienciación urgente de médicos y personal sanitario para encontrar un mejor alivio al sufrimiento físico de enfermedades que causan dolor, devolviendo así al paciente la salud y una adecuada calidad de vida a través de la aplicación del conocimiento científico.
Pero… ¿qué es el dolor? ¿Cómo lo definimos?
“El dolor es una experiencia sensorial o emocional desagradable, asociada a daño tisular real o potencial” (Asociación Internacional de Estudio del Dolor (IASP).
El dolor es un síntoma que está presente en más del 50% de las consultas médicas de atención primaria. Limita la productividad del paciente y la sensación de bienestar; cuando un paciente experimenta un dolor en escala leve, moderado o severo repercute en proporción en sus actividades diarias y entorno social.
LA OMS declara que: “el dolor crónico es una enfermedad y su tratamiento, un derecho humano”.
“El dolor crónico es uno de los problemas de salud más subestimados en el mundo de hoy, pese a que tiene consecuencias serias en la calidad de vida de quienes lo padecen, y a que supone una carga importante en los sistemas de salud del mundo occidental” según Harald Breivik, fundador de la IASP y expresidente de la Federación de Capítulos Europeos de la International Association for the Study of Pain (IASP).
Fernando Cerveró, antiguo presidente IASP declaró que “el alivio del dolor a través del estudio y desarrollo de nuevas y mejores terapias, es probablemente la actividad más ineludible que el personal sanitario debe realizar”
El año 2017 se ha dedicado al dolor postoperatorio agudo y crónico, un tipo de dolor que tradicionalmente se veía como algo inevitable, que debía soportarse. Con el apoyo de la Sociedad Española del Dolor (SED) que celebra un acto institucional con el objetivo de
La definición propuesta por Macrae y posteriormente redefinida por Werner lo definió como “dolor persistente al menos tres meses posterior a la cirugía; dolor no presente previamente a la cirugía o con características diferentes y/o intensidad aumentada al existente previamente cirugía o dolor localizado en el área quirúrgica o a un área referida”.
En la actualidad se realizan más de 300 millones de cirugías al año en todo el mundo. La reciente convergencia de la demanda de pacientes para obtener un mayor confort tras la cirugía junto con el mayor interés clínico en promover estancias postoperatorias más cortes y libres de problemas ha transformado la práctica clínica del control analgésico postquirúrgico.
Ya han ocurrido importantes cambios durante las últimas generaciones en lo referente al control del dolor postoperatorio, desde una visión fatalista hacia la confianza en el control del dolor y mejora del proceso fisiológico y psicológico, incluso cuando el dolor persiste, o durante la transición de este dolor hacia un dolor crónico en determinados pacientes.
Además, el avance en técnicas quirúrgicas mínimamente invasivas y los regímenes de rehabilitación multimodal, incluyendo la analgesia, han podido optimizar la recuperación postoperatoria y mejorar el cuidado del paciente, transformando en muchas casos al paciente hospitalizado en un paciente que únicamente requiera de cuidados ambulatorios.
Hoy en día, la evaluación de la intensidad del dolor en reposo y en actividad moderada para focalizar la terapia analgésica y las necesidades de rehabilitación de un paciente, la identificación previa de los pacientes que puedan requerir una atención especial, el enfoque multimodal que combina varios tipos de medicación, la consideración de las diferencias entre pacientes, etc… en resumen, un abordaje basado en la evidencia y específico para procedimientos, pacientes y localización nos permite reducir o abolir las experiencias desagradables para el paciente, los resultados clínicos indeseados y los efectos negativos administrativos.
Entre los factores que potencialmente contribuyen a la variabilidad del dolor se incluyen las diferencias genéticas en nocicepción, las características físicas del paciente (edad, género, peso, etnia…), factores psicosociales como la expectación y el catastrofismo o factores sociales tales como el contexto o la percepción individual de la intervención y del dolor.
La práctica clínica del futuro está ya presente en algunos centros y grupos de investigación. En general se busca mejorar el abordaje analgésico multimodal centrado en el paciente integrando y, junto a este, otros aspectos para mejorar la recuperación: movilización física, control de los fluidos y temperatura, y restablecimiento de la función pulmonar, previsiblemente disminuida. Esto no tendrá como consecuencia directa que todos los pacientes tengan una intensidad de dolor de cero. Sin embargo, el control del dolor deberá ser un componente fundamental del manejo integral de los cuidados postoperatorios de todos los pacientes.
Las enfermedades raras son aquellas con baja incidencia en la población. En Europa, se considera que una enfermedad es rara cuando afecta a menos de 5 de cada 10.000 habitantes.
En total, se estima que en España existen más de 3 millones de personas con enfermedades poco frecuentes. Estas familias viven el aislamiento y la soledad por sufrir una enfermedad poco frecuente. Se encuentran solas, sin recursos y no saben a dónde acudir. Reciben el dramático impacto del diagnóstico y la impotencia de sentir que nadie conoce su enfermedad.
Según Orphanet (portal de internet de información de enfermedades raras y medicamentos huérfanos), se han descubierto de seis a siete mil enfermedades raras (entre el 6 y el 8% de la población mundial) y se describen regularmente nuevas enfermedades en la literatura científica.
Orphanet contribuye a mejorar la visibilidad de estas enfermedades proporcionando un lenguaje común para entenderse mutuamente en el ámbito de las enfermedades raras (número ORPHA), compartiendo información de alta calidad (amplio directorio de servicios, entre ellos una enciclopedia de enfermedades raras traducida a 7 idiomas y publicación de informes periódicos con actualizaciones en el listado de enfermedades raras y sus sinónimos:http://www.orpha.net/orphacom/cahiers/docs/ES/Lista_de_enfermedades_raras_por_orden_alfabetico.pdf) y contribuyendo a la generación de conocimiento sobre enfermedades raras, trabajando con expertos de todo el mundo, desde profesionales de la salud e investigadores a representantes de pacientes y profesionales del sector sociosantiario. Todo con el fin de mejorar el diagnóstico, la atención y el tratamiento de estos pacientes.
Según la Federación Española de Enfermedades Raras (FEDER), las enfermedades raras son enfermedades graves y habitualmente crónicas, progresivas e invalidantes. Si bien casi todas las enfermedades genéticas son enfermedades raras, no todas las enfermedades raras son enfermedades genéticas, existen enfermedades infecciosas muy raras, así como enfermedades autoinmunes y cánceres raros.
Hasta hace muy poco ni siquiera existían investigaciones reales o políticas de salud pública sobre cuestiones relacionadas con este campo, este alto déficit de conocimientos médicos y científicos es uno de los mayores problemas de estas enfermedades, que desemboca en consecuencias médicas y sociales:
Hoy, primer jueves de Octubre, se conmemora el Día Europeo de la Depresión (DED), con el objetivo de realizar un llamamiento sobre la necesidad de una mayor sensibilización y de promover los recursos necesarios para poder hacer frente a la importante carga asistencial que supone esta enfermedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la depresión como la principal causa de problemas de salud y discapacidad en todo el mundo.
Según las últimas estimaciones de la OMS, más de 300 millones de personas viven con depresión, un incremento de más del 18% entre 2005 y 2015. Es una de las enfermedades psíquicas más comunes en la actualidad. Una de cada cinco personas llegará a desarrollar un cuadro depresivo a lo largo de su vida.
Es un factor desencadenante de baja médica, jubilación anticipada o de pensión por invalidez, lo que conlleva una pérdida de productividad. Este padecimiento supone el 12% del total de las enfermedades entre los trabajadores de la UE.
Lundbeck, compañía farmacéutica fundada en 1915 con la misión de desarrollar de mejores tratamientos para las enfermedades del área de psiquiatría y la neurología, define la depresión como una enfermedad compleja del sistema nervioso central que se presenta en forma de episodios, impactando de manera negativa en la vida y la productividad del ser humano que la padece y de sus familiares.
De igual forma la define la Sociedad Española de Psiquiatría y Manuel Martín Carrasco (psiquiatra) quién elaboró un documento: “Depresión: cómo ayudarnos a nosotros mismos”, el cuál añade a la definición de depresión que “casi siempre se acompaña de ansiedad, ideas repetidas de tipo pesimista, sentimientos de culpa y minusvalía personal, así como también de síntomas somáticos, entre los que destacan el insomnio, la fatiga, las molestias gastrointestinales, la pérdida o exceso de apetito, y la disminución o ausencia del deseo sexual. Con frecuencia se produce un enlentecimiento mental y físico. Por lo tanto, más que una enfermedad psiquiátrica, podemos decir que la depresión es un trastorno de todo el organismo: afecta al estado de ánimo, al pensamiento y al comportamiento, a la forma de comer y dormir, a la manera de sentirse con uno mismo y de pensar”.
Como ocurre en la mayoría de las enfermedades, no existe una causa única: Hay más riesgo de padecerla si existen antecedentes familiares, lo que indica una cierta predisposición genética. Asimismo, existen factores externos como experiencias infantiles traumáticas (como las carencias afectivas), una pérdida importante, una enfermedad crónica, conflictos familiares o de pareja, problemas financieros, entre otros. En cualquier caso, ya actúen uno o más factores, el resultado final es la puesta en marcha de unos mecanismos patológicos en el sistema nervioso central, que condicionan ciertos cambios bioquímicos; en concreto, la disminución de la disponibilidad cerebral de unas sustancias denominadas neurotransmisores, como la serotonina y la noradrenalina.
Afortunadamente la depresión se puede prevenir y tratar. La mayoría de los episodios depresivos se curan con el tratamiento apropiado; este puede consistir en medidas de tipo farmacológico, psicoterapéutico y ambiental. El tratamiento farmacológico consiste en unos fármacos llamados antidepresivos, que restablecen el equilibrio de los neurotransmisores cerebrales. Existe un buen número de sustancias antidepresivas, y aunque alguna de ellas ha llegado a ser muy popular, es al médico al que corresponde la elección del fármaco y la dosis a utilizar.
En el caso de tratamientos no farmacológicos o psicoterapéuticos, la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud (SEPCyS) recomienda en el caso de depresión terapias cognitivas conductuales, terapias dinámicas breves y terapias interpersonales. Los resultados de los tratamientos psicológicos suelen ser satisfactorios cuando se aplican como única terapia, aunque en algunos casos puede ser más eficaz la combinación de tratamientos psicológicos y farmacológicos. Es conveniente el trabajo en equipo para atender al objetivo común de solucionar los problemas de una persona y mejorar su calidad de vida.
La falta de apoyo a las personas con trastornos mentales, junto al miedo al estigma, impiden que muchos accedan al tratamiento que necesitan para vivir vidas saludables y productivas.
La concienciación social sobre el incremento de la carga asociada a la depresión se hace cada vez más patente, por lo que resulta fundamental disponer de una adecuada información sobre esta enfermedad.